Entre las 21:00 y las 06:00, Carlos, de 16 años, no dejó de sentir satisfacción al frente de su computador. Avanzó a los máximos niveles en sus juegos favoritos. A las dos semanas (en mayo pasado), sus padres lo llevaron al centro Programas Educativos, PsicologÃa y Salud (Proeps), de Quito. Ellos estaban ansiosos por encontrar una solución al problema de su hijo, quien permanecÃa mucho tiempo frente al computador.
Como un regalo especial le obsequiaron hace ocho años una computadora, pero este aparato y los juegos que allà se descargaron se convirtieron en una adicción.
El psicólogo Napoleón Vásquez, director de Proeps, atiende frecuentemente a niños y adolescentes con este tipo de problema. De cada 10 casos, cuatro reciben un diagnóstico de adicción a juegos.
Según él, para determinar aquello se realiza un diagnóstico psicológico que se acompaña con un test. El objetivo es conocer por qué ocurren la ansiedad y la obsesión.
Entre otros sÃntomas descuidan sus obligaciones por jugar y su carácter es variable, agresivo o se aÃslan. Además, sienten ansiedad y no les interesa si sienten dolor en su cuerpo y si su vista empieza a lagrimar o perderse.
Vásquez habla de otros sÃntomas como cambios en la escritura, gramática con uso de frases cortas y caligrafÃa incomprensible.
Carlos, de mediana estatura, recuerda que en más de una ocasión sintió dolor en sus muñecas y manos, «pero el gusto por jugar era más grande». Su voz se resquebraja al contar que no podÃa pensar en otra cosa, «era como una droga».
Él se sentÃa aliviado, sin tensiones y, sobre todo, no tenÃa tiempo para pensar en sus problemas.
El quiteño accedió a recibir tratamiento, porque sus profesores y padres le indicaron las consecuencias. No le fue fácil ir donde el especialista y aceptar que estaba padeciendo una adicción.
Él es parte de un estudio realizado por Proeps a 620 estudiantes de primaria y secundaria de Quito. 484 presentaron la «necesidad obsesiva» de jugar en el computador. Otros 93 adolescentes sufren de nomofobia. Es decir, el miedo irracional a salir de casa sin el teléfono móvil. En esta última categorÃa está el cuencano Jorge R, de 17 años, quien tiene un iPhone 5. Él inclina su cabeza y cuenta que ese móvil lo compró con el dinero de sus padres y hermanos.
Su deseo es permanecer el mayor tiempo con el celular.
Lo coloca debajo de su almohada porque cuando pierde el sueño juega Angry Birds, Zelda Mobile, Súper Mario Planet…
Él fue llamado al departamento de orientación vocacional de su colegio, porque su rendimiento escolar bajó e incumplÃa el reglamento del plantel al traer su celular. Actualmente, sus padres buscan una ayuda psicológica.
Carlos destinaba semanalmente USD 10 para comprar juegos en un almacén del centro de Cuenca, que tiene una gran cantidad de jóvenes como clientes. Entre otros Rudy, quien puede jugar durante cinco horas al dÃa en su celular y no se considera una adicta.
Según Villie Morocho, experto en tecnologÃa y catedrático de la Universidad de Cuenca, los juegos al tener diferentes niveles y estrategias hacen que el jugador sienta el interés por seguir compitiendo.
Los mecanismos para lograr la dependencia son diversos desde regalar puntos al que siga juego hasta acceder a las denominadas ‘vidas’ para acceder a otras etapas.
Morocho señala que es importante que los jugadores sepan que pueden ser monitoreados para obtener información personal, familiar, correos, cuentas bancarias. Los niños son los más propensos.
Hace cuatro meses, llegó al consultorio de Vásquez, Pablo, de 8 años, quien luego del diagnóstico presentaba un cuadro de adicción. Sus padres se preocuparon porque no querÃa salir de su cuarto y los fines de semana preferÃa quedarse en casa y no pasear.
Vásquez dice que aplicó terapias una vez por semana con Pablo y Carlos. «No se puede pedir que dejen de jugar de un dÃa para otro, porque todo es un proceso paulatino y lo recomendable es que tenga un horario y exista control».
En la terapia se busca determinar por qué el niño o el joven se refugia en el juego. De acuerdo con su experiencia, de 35 años como psicólogo y sus estudios, las causas principales son autoestima baja, inseguridad y falta de comunicación y afecto. En los test que realizó se determinó que hay adictos que pasan solos en sus hogares y buscan un refugio. «El problema se agrava cuando hay conflictos de parejas y no saben orientar a sus hijos», puntualiza Vásquez.
Con este criterio coincide el terapista Roberto Senese. Según él, los padres también son adictos porque pasan horas en las redes sociales y dan ese ejemplo a sus hijos.
Carlos y Pablo asistieron una vez a la semana, durante cuatro meses, a las terapias y sus padres cada dos semanas. Vásquez cuenta que los jóvenes pueden recaer si no hay el acompañamiento de los progenitores y armonÃa en el hogar.
Desde hace tres meses, Carlos ya no se desvela frente al computador. Su rendimiento en el colegio mejoró, al igual que su relación con su hermana menor y padres.
Él actualmente restringió el juego y accede una hora los sábados.
Una rutina similar aplica Pablo, quien solo juega el sábado de 10:00 a 11:00 y ocupa su tiempo para ir a la piscina y hacer actividades recreativas con su familia.
El control a la ciberadicción
Desde 1992 la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce a la ludopatÃa como enfermedad. Y la Asociación Estadounidense de Psiquiatras la define como una conducta de juego inadaptada y persistente que altera la vida personal, familiar y profesional de quienes la padecen.
Carlos del Moral, director del Centro de Atención de LudopatÃa y Crecimiento Integral, señaló a BBC Mundo que por cada paciente hay 10 personas más afectadas directa o indirectamente. «Primero su familia, su entorno…».
En la página Centro Desintoxicación CCAdicciones se dice que «algunos paÃses han reconocido el problema de la ciberadicción». Y que incluso han abierto clÃnicas para tratar esta obsesión a la Red y los videojuegos. Se cita a Australia, China, Corea del Sur, Reino Unido y Holanda. Otros como EE.UU. -se indica en esa página- han planteado la posibilidad de ubicar esta adicción como parte de los desórdenes mentales. En México hay una creciente afición por el juego.
A tener en cuenta
Los padres de familia deben poner horarios para jugar y cumplirlos. No están recomendados los juegos violentos.
Supervisar algún tipo de conducta extraña en los jóvenes y niños como irritabilidad y malhumor, encierro y la violencia. Y acudir a un especialista.
Los padres  no saben con quién juegan sus hijos, las redes de pedófilos aprovechan estas circunstancias.
La edad de inicio  en los juegos se registra desde los 6 años, según el servicio de PsiquiatrÃa del Hospital Honorio Delgado Espinoza, de Perú.
16 millones de jugadores activos habÃa en el 2011, en México según Newzoo.
484 jóvenes de Quito, de 620 analizados, presentaron necesidad de jugar.
Enlace: El comercio.com Sociedad
Yo conoci a un compañero de clases que estaba desesperado por conseguir los logros en su xbox no hablaba de otra cosa y no hacia mas que jugar y buscar imformacion de como conseguirlos una lastima como se pierden en ese mundo.
¡¡¡vemos que no sólo la pobreza tiene efectos en la salud mental, sino en dar demasiado y sin atención ni contención de los padres, hacia los hijos, o a la familia entera, falta difusión sobre estos temas, prevención más que otra cosa, y la revisión autentica de cómo vivimos y qué es más importante, actualmente los pequeños ya se les enseña a manejar juegos, y aparte de sentirse orgullosos, los padre por las habilidades de estos críos, también es cierto que con esto los mantienen quietos y ellos pueden estar cerca trabajando vía internet contestando celulares y todos felices!!! Aplaudo su profesionalismo y deseo con todo mi corazón que sean más y que haya una forma más eficaz para que sus esfuerzos redunden rápidamente en nuestras sociedades, Dios los tiene bien bendecidos y gracias!!!